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Líbranos de los municipales

Publicado: 2013-04-25

El tibio sol de otoño alegraba la tarde mientras mi padre y yo disfrutábamos jugos de sandia y de guanábana. Estábamos en una pequeña juguería, limpia y de precios cómodos, a una cuadra del Mercado de Lince. De pronto, como con la entrada de los villanos a una cantina, la juguería se paralizó. Los parroquianos dejaron sus bebidas por un momento y todas las miradas se dirigieron hacia la puerta. Eran los municipales.

Eran tres inspectores con chalecos azules y amarillos, parados allí afuera. Nos miramos y pensamos: "Pobre el emprendedor". Observé que todo se veía en orden en la juguería; el espacio, limpio; el extintor, en su sitio; la licencia municipal, exhibida en lugar visible. Pero aún así, pensamos que algo malo iba a pasar.

El primero en reaccionar fue el mozo; se acercó hasta la puerta para recibir a los visitantes. Ellos solo hicieron un gesto señalando hacia un balde con refresco. Fue un alivio para todos. ¿Por qué siempre hay que pensar mal? Los señores que trabajan en las municipalidades también sienten sed. Además, en uno de los chalecos decía "Transportes", así que había nada de que preocuparse desde un principio. Casi me sentí culpable por haber dudado de la autoridad.

Así que todo había acabado ahí, eso pensé. Luego, los tres señores terminaron sus refrescos de maracuyá, saludaron y se fueron. Lo que no hicieron fue pagar por su consumo, claro está. Eso, hasta donde yo sé, no está bien. Es abuso de autoridad.

Hasta cuándo tendremos que soportar a los abusivos, a los coimeros, a los vivos que se aprovechan de su posición, a los ladrones de corbata o de chaleco.  ¿Hasta cuándo?


Escrito por

Javier Zapata Innocenzi

Autor de Seres Mágicos del Perú y Camino Emprendedor. Compilador de Relatos Mágicos del Perú. Editor en Malabares. Docente PUCP.


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