Mi amigo el fracaso
La mayoría de ustedes no me conoce. Asumo que no tendrán mayor problema en creerme si les digo que me he pasado los últimos años fracasando. Incluso varios de quienes sí me conocen aceptarán este enunciado sin dudarlo: he fracasado. Pero lo realmente curioso es que, ahora que la cosa camina y mis libros se hacen conocidos, algunos amigos y conocidos cercanos comienzan a pensar que soy un tipo con suerte y que todo me sale bien. No lo voy a permitir.
No he olvidado ese e-mail de la señora que se había peleado con su familia porque no entendían las reglas del juego Presidente, o que retiraron los juegos de Wong cuando el tema pasó de moda, o que se echaron a perder cientos de esos juegos porque los almacené sin protegerlos de la humedad, o que una vez organicé una conferencia a la que solo asistieron cuatro personas, o la vez que retiraron mis productos de Ripley porque los chinos vendían juguetes con plomo y los míos necesitaban un certificado, o cuando me retrasé dos semanas para entregar unos juegos a la ONG, o cuando la imprenta me entregó unos libros fallados y comenzamos a venderlos sin darnos cuenta, o cuando imprimí gran cantidad de un libro que se ha vendido muy poco, o cuando recibí mi primera multa de SUNAT por entregar mis declaraciones al día siguiente del vencimiento. No, definitivamente me ofende eso de la suerte. La verdad es que he sabido fracasar mucho y bien.
Hace poco, al final de una conferencia me preguntaron por qué el 80% de las empresas fracasa durante los primeros dos años. Mientras respondía me percaté, por primera vez, de que en realidad mi propia empresa también había fracasado, solo que yo no me había dado cuenta. Durante años, mi proyecto fue un fracaso, al menos en lo que respecta al dinero. Según la teoría, debí retirarme y ponerme a hacer otra cosa. Pero, si lo hubiera abandonado, al tiempo habría abierto otra empresa de lo mismo, porque eso era lo que yo tenía que hacer, nada más.
Hoy puedo considerarme exitoso. En primer lugar, porque llevo varios años viviendo de hacer lo que me gusta. En segundo, porque esta actividad da trabajo a otras personas. Y en tercero, porque son miles los usuarios de los libros y juegos de Malabares, y cientos los testimonios de personas inspiradas y emocionadas por todo ello. Y en buena parte esto ha sido posible gracias a que pude fracasar, una y otra vez.