Un conocido estuvo buscando trabajo durante casi dos años. Pero no cualquier trabajo; buscaba seguir su vocación, ocupar un puesto que lo rete y motive, un trabajo a su medida. Para ello se preparó muchos meses, durante los cuales su familia pensó que este joven se la pasaba perdiendo el tiempo en la computadora y le insistía en que se pusiera a hacer algo productivo. “Aunque sea maneja un taxi”, le decían. Finalmente, consiguió ese empleo tan especial, poniendo fin a este tenso periodo. Él tenía razón, pero ¿cómo íbamos a saberlo?

Existe un momento incómodo en la historia de todo gran cambio y ocurre después de que el protagonista toma la decisión de emprender dicho cambio, pero su entorno aún no se da cuenta o no cree en ello. Me refiero al entorno cercano, a la gente que de veras importa. Entonces, vas a crear una empresa pero para ellos “no estás trabajando”; o vas a escribir una gran película y para ellos “estás viviendo una ilusión”; o vas a alcanzar algo grande pero para ellos simplemente nunca has logrado algo parecido.

Ese es el momento del casi, del todavía, del mientras tanto. ¿Qué se puede hacer? El objetivo no es demostrarles que tú eres capaz de lograr algo, tu real objetivo es lograrlo, por las diferentes razones que tengas. Pero, ¿es importante lo que piensan los demás? Pienso que sí. Tú puedes ser muy fuerte y poseer una voluntad de hierro, pero tienes que pasar por convencerlos de que vas en serio, para que tu entorno te apoye en vez de convertirse en fuente de desmotivación. Probablemente no quieres contarles de tu idea justamente en esta etapa, pues conoces por anticipado su reacción, porque todavía no lo has logrado, porque puedes fallar.

¿Qué hacer entonces? ¡Fuerza!, paciencia y mucha fe. Inspírate, cree firmemente que lo vas a lograr. No queda otra.